Los tejidos surgieron por la necesidad humana de protegerse del frío, de la lluvia, y de otros efectos climáticos. La necesidad de vestido primero se resolvió utilizando pieles de animales, hojas y cortezas de árboles hasta transformarse en los tejidos que conocemos hoy en día. La industria textil es un territorio cada vez más explorado y explotado, donde cada vez las nuevas tecnologías se adaptan al ritmo de la vida actual sin perder de vista el objetivo primario, de cubrir nuestra necesidad humana de vestido. En esta evolución encontramos telas que han tenido función mágica, mística, religiosa y ornamental y cuya finalidad siempre ha sido la belleza y el encanto de la persona.

La tela
Desde su origen se convirtió en canal de comunicación y expresión no verbal transmitiendo ideas y conceptos, sin tela no existiría la historia de la moda, no habría vestimenta que fuera testigo de la vida de otras épocas. Entendamos los tejidos y telas como medios de expresión, ya que comunican mensajes sobre quien los porta. Una tela proyecta el estilo, los gustos y la personalidad. Además de ayudarnos a diferenciarnos y afirmar nuestra personalidad.
El vestuario que usamos a diario no solo cumple con el propósito de cubrir el cuerpo. También tiene el poder de darnos seguridad y satisfacción. En pocas palabras, lo que vistes cada día dice mucho de ti.
“La ropa no significa nada hasta que alguien vive en ella”
(Marc Jacobs)
El diseño, la textura, el color y el corte de la ropa tienen el poder de comunicar mucho de ti, de tu personalidad. De acuerdo con el psicólogo Santiago Salamanca, si observas la ropa de una persona por cinco minutos, puedes sacar muchas conclusiones sobre ella, aún sin conocerla.
Tiene la fuerza de evocarlo todo: feminidad, masculinidad, elegancia, emociones y actitudes. La ropa se convierte en un factor de distinción.
